Una pregunta en el foro de técnica me anima a escribir esta entradita. La idea es que los profes damos por hecho de que se entiende lo que decimos, la gente da por hecho que entiende lo que hemos dicho y, al final, juas, la realidad es que nadie se entera de nada. Y no solo pasa en esquí, jaja.
En el hilo hablábamos de la posición de la cadera. Unos entienden que la cadera está en la cresta iliaca, otros que está donde el fémur se encaja en el acetábulo, otros se imaginan una zona indeterminada en el bajo vientre y, otros, no tienen la más remota idea de parte alguna del cuerpo que no estén señalando y tocando con el dedo. Para añadir confusión, el profesor llamaba cadera a algo que no es exactamente la cadera, pues se estaba refiriendo al centro de gravedad. Esta confusión tradicional es comprensible porque el centro de masas del cuerpo está más o menos por el abdomen, entre ambas crestas de la pelvis. Consecuencia: el profesor te dice que la cadera, tú dices que sí, pero ni tú te estás enterando ni él sabe que estás interpretando lo que te da la gana. Un desastre.
Esto tiene solución y consiste en ir pasito a pasito o, como se dice ahora, seguir una periodización, juas, que si usamos el tecnolecto deportivo parece que sabemos más. La periodización se ha referido siempre a organizar el entrenamiento físico de manera racional a lo largo de las semanas, los meses y el año, para llegar a las competiciones con la forma óptima. El concepto está relacionado con los demás principios del entrenamiento: la individualización, la variedad, el incremento progresivo y el descanso (sí; también hay que descansar de la técnica de vez en cuando, juas, juas). Por supuesto, puede emplearse también para el aprendizaje, así que vamos a verlo.
El aprendizaje de la técnica tiene sus fases, y en cada una se asimilan las instrucciones con diversos grados de eficacia. La manera tradicional de ordenar a los practicantes en principiantes, intermedios y expertos, hoy suele clasificarse -entre otras- como fases de coordinación, adaptación y optimización, y se refiere más a gestos concretos que al nivel global. Esta clasificación es más útil porque las habilidades pueden no aprenderse lineal ni progresivamente y alguien, por ejemplo, puede dominar una técnica pero desconocer otras. Hay que saber que una persona, en la fase de coordinación de un gesto, no entiende las cosas tan bien como en la de optimización, sean instrucciones verbales, tareas, vídeos, demostraciones, metáforas o el propio ensayo y error. Parece obvio, pero a los instructores se nos olvida sistemáticamente.
Junto con esta persona debemos, primero, mejorar el esquema corporal para saber a qué parte del cuerpo nos referimos. Tenemos que ser extremadamente cuidadosos en comprobar que hablamos el mismo idioma, así como pacientes hasta que el alumno comprenda, con la práctica, qué está haciendo con determinada extremidad o qué y dónde está percibiendo tal o cual estímulo. No queda otra, pero esto también ofrece muchas oportunidades de aprendizaje adicional, incluso fuera de la nieve, como decíamos en este artículo.
Parece ser que las instrucciones verbales y, especialmente, el análisis del movimiento es más efectivo en la fase de optimización, cuando ya se tiene experiencia. Sin embargo, en las primeras etapas confunde, y es mucho más útil el aprendizaje implícito, poniendo el foco en el efecto de lo que hacemos, empleando la analogía, las demostraciones, el vídeo y los ejercicios para explorar las propias habilidades perceptivo motrices. O sea, justo al revés de como hacemos a veces, dando larguísimas y complicadas explicaciones a personas que, no solo no comprenden lo que decimos, sino que creen entenderlo y eso agrava aún más la fabulosa pérdida de tiempo y energías que podríamos estar empleando en practicar, juas, cuesta abajo.
Resumiendo, las instrucciones técnicas son más eficaces cuando se administran progresivamente y con un plan. Construyendo poco a poco desde los cimientos. El análisis del movimiento está bien, pero solo es realmente efectivo con los que dominan una técnica. Con quienes están aprendiéndola, debiéramos dosificarlo y combinarlo con estrategias, digamos, exploratorias: metáforas, ejercicios, focos muy claros, demostraciones y correcciones donde el alumno pueda verse. Y todo ello comprobando que se habla en el mismo idioma y en el mismo marco de referencia. En el fondo, todos estos conceptos están descritos desde hace mucho en las máximas pragmáticas del lenguaje: calidad de lo que se transmite, cantidad justa, relevancia en el foco y el modo en que transmitimos en mensaje, siendo ordenados, evitando la ambigüedad y comprobando que se entiende. O, dicho de forma más literaria, juas, juas, y parafraseando al famoso autor, con palabras breves, significantes y bien colocadas. Sobre todo, bien colocadas, en un orden que se entienda.
¡Buenas huellas!
Carolo, febrero de 2024