Nivel de medio a expertos
Un lector (y gran navegante) me pide que hable sobre el
clavado de bastón. La clavada de bastón bien ejecutada es tan beneficiosa que no tengo espacio suficiente aquí para explicarla en toda su extensión, pero
intentaremos resumirla para aclarar los conceptos.
La clavada de bastón ofrece tres beneficios fundamentales:
nos equilibra hacia delante, nos anticipa y dispone nuestras articulaciones
de manera conveniente tanto para ejecutar el viraje como para iniciar el
siguiente: ¡casi nada!.
El bastón, por eso, se debe clavar justo antes de desencadenar un viraje (es más, sirve para ello) y hacerlo tarde, la mayoría de las veces, no nos valdrá para nada. Lo mismo se puede decir de dónde se clava. El bastón se planta a la máxima pendiente, y si no es ahí adonde lo mandamos, tampoco nos ofrecerá los beneficios que describo arriba.
En la foto, José Luis Alejo demuestra cómo el bastón se dirige a la máxima pendiente obligando a sus articulaciones a flexionar, angular y anticiparse. Foto cortesía de “Esquiar con los pies” |
El mayor problema que encuentra cualquier esquiador es
mantener una buena posición. Sabemos que ésta cambia a lo largo del
viraje pero que resulta fundamental que sea adelantada para iniciar una vuelta.
Al ir moviendo la mano a lo largo de la curva, y terminar ésta clavando el bastón
para iniciar la siguiente, nuestro cuerpo se irá adelantando hasta
conseguir una posición equilibrada. Esa actitud de clavar a la máxima
pendiente, nos facilitará proyectarnos hacia ella, es decir,
adelantarnos.
Pero no sólo nos adelantaremos, sino que nos anticiparemos
y ¡magia! como vemos en la foto, todos los ejes de nuestro cuerpo (los
tobillos, las caderas, los hombros) estarán dispuestos perfectamente para
iniciar la siguiente curva. Esto que trato de explicar se veía muy bien
antiguamente, cuando esquiábamos con mucha contrarrotación: nos volvíamos
mucho hacia el valle y flexionábamos mucho las articulaciones buscando clavar lo
más abajo posible en la pendiente. Ahora, que se esquía de manera más
natural, no existe esta contrarrotación exagerada del cuerpo hacia el valle,
pero sí que existe una angulación equivalente con la que conseguimos “acercar”
la mano que clava el bastón hacia la máxima pendiente. En cuanto la punta del
bastón toque el suelo, la energía que nos transmite, la buena posición
que nos confiere y nuestra intención de seguir descendiendo, hará que
desencadenemos la vuelta.
Resumiendo, para que el bastón nos sirva de algo deberemos
tenerlo siempre en acción. A medida que describimos la curva la
mano la acompañará adelantándose, y tendremos que hacer coincidir el final
de la vuelta con la clavada, pues el final de una curva es el
comienzo de la siguiente. Sólo cuando hayamos clavado a la máxima pendiente
(o, al menos, hayamos insinuado la clavada) nuestro cuerpo tendrá una postura
funcional y podremos desencadenar eficientemente el siguiente viraje. Si
clavamos tarde, o arriba, o atrás, el bastón será más un estorbo que una
ayuda, pues nuestro cuerpo no estará en una buena posición.
En la foto, el demostrador francés Philippe Dufour ha clavado en la cresta del bache, justo donde termina la curva y comienza la siguiente; La otra mano, bien anticipada, se dirigirá inmediatamente hacia la siguiente cresta. Este movimiento hacia adelante de las manos le permite permanecer en buena posición. Cortesía de “Esquiar con los pies” |
Pero no hay que quedarse dormidos, en cuanto hemos clavado
un bastón el otro ya está preparándose para la siguiente, pues el esquí es
una sucesión de curvas, una cuestión de ritmo y de acción
continua. El error más típico en la clavada suele ser hacerlo tarde, ya que nos
preocupamos mucho de girar y, cuando llega el momento, la mano que tiene que
clavar está ahí atrás olvidada, “en el bolsillo”. Tenemos que
saber que, cuando ya sabemos esquiar, el gesto de ejecutar una curva está más
o menos automatizado, así que no merece la pena preocuparse tanto de
girar como de mantener una posición estable y anticipada. Una buena clavada nos
dará esta posición; por eso, mantengo en mi libro lo que propugnan tantos
buenos entrenadores por todo el mundo, que el bastón es un “desencadenante
atencional”, un gesto sencillo del que se obtiene una respuesta compleja,
y que muchas veces lo mejor es concentrarse, simplemente, en plantarlo
adecuadamente para hacer unas buenas curvas.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2003