Nivel: de principiantes a expertos
Muchas personas se obsesionan en aprender a esquiar
y, cuando notan que no progresan más, se sienten frustradas. Es verdad
que el aprendizaje nos proporciona satisfacción, pero no hay que olvidar que la
mera práctica del esquí - mejoremos nuestro nivel o no - ya es algo
suficientemente agradable por si misma.
A mi me gusta diferenciar entre los placeres intrínsecos
y los extrínsecos. Los extrínsecos son los que se obtiene a posteriori,
como consecuencia de hacer alguna cosa, y los intrínsecos son los que nos
proporcionan directamente las cosas. El aprendizaje suele ser un placer extrínseco
ya que, por regla general, sólo vemos sus resultados a medio o a largo plazo.
Deslizarse ladera abajo o pegar un vuelo de diez metros es un placer intrínseco
difícil de describir con palabras pero que, desde luego, no tiene
comparación con muchas otras satisfacciones. Si nos centramos sólo en
aprender, y basamos todas nuestras expectativas en mejorar nuestro nivel,
a lo mejor estaremos pasando por alto el placer inmediato de esquiar y
los rolletes esos que suelo contar sobre las sensaciones, la metafísica y toda
la pesca.
Además, a medida que vamos haciéndonos mayores, solemos
volvernos más exigentes con nosotros mismos, y nos planteamos objetivos
y metas que, a lo mejor, no son muy realistas. Así, como dominamos la mayoría
de las actividades que llevamos a cabo a lo largo del día, cuando queremos
aprender a esquiar pretendemos adquirir en seguida un nivel alto de
dominio. Si los progresos no llegan rápidamente, pensamos equivocadamente que
ya no somos capaces de hacerlo y desistimos del empeño o nos resignamos
a quedarnos como estábamos.
El aprendizaje es la consecuencia de una actividad
compleja, y lo peor es que los resultados no dependen exclusivamente de nosotros
mismos, sino de las condiciones externas, de nuestros maestros, de las
herramientas que empleemos y de su idoneidad, etc. Por eso no debemos de
centrarnos en las consecuencias de nuestras metas, sino en el puro placer
de ponernos a esquiar para alcanzarlas. Por otra parte, tomar unas clases, leer
un libro de técnica, ver un vídeo, intercambiar impresiones con nuestros
colegas, también nos proporciona placer inmediato a la vez que colabora
en ese proceso de aprendizaje, haciéndolo más eficiente.
Pero lo que nunca debemos olvidar es que lo más
importante en el aprendizaje es la propia práctica del esquí, y que
por insignificantes que sean nuestros progresos (aunque a veces consistan
simplemente aprender a caerse y a levantarse) siempre son pequeños pasos
adelante. La suma de muchos pasos pequeños se termina convirtiendo en un
gran paso, y a lo que vamos a la montaña no es necesariamente a esquiar mejor,
sino, simplemente, a esquiar. La propia palabra – esquiar – cuando
uno la dice en voz alta, ya resulta intrínsecamente embriagadora, je, je;
imaginad cuando uno la pone en práctica.
¡Buenas huellas!
Carolo © 2003