El título no es nuevo. De hecho así se titula una serie de tres películas del director Krzystof Kielowski sobre los tres colores de la bandera francesa, que dan lugar a tres episodios distintos.
Hace tiempo vi un anuncio en televisión sobre la región del Rhône y decía: venga a Francia y verá porqué uno de los colores de nuestra bandera es el blanco, en clara referencia a sus maravillosos dominios esquiables.
Porque a Francia se puede ir "por lo blanco" como diría la forera Mª Ángeles, "por lo rojo" y "por lo azul"
Mi entrada por lo blanco en Francia fue a lo grande: directamente a Les Trois Vallées en el mes de abril del año 1979. Vuelo Málaga-Ginebra y desde allí en coche alquilado hasta Courchevel 1.850 al Hotel Anapurna, al que llegamos de noche, y como siempre que voy a Francia, cosa que hago todos los años al menos una vez, a la hora de cerrar el comedor.
Luego he ido 5 o 6 veces más a los Tres Valles pero ha sido en coche con el siguiente itinerario: primera parada en Valencia, en la playa de la Malvarosa para tomar una paella en la Marcelina, la Pepica o L'Estimat. Hay cosas que para mi son un rito, como leer la columna posterior del País los domingos, del natural de esos sitios Manuel Vicent.
Parada y fonda ¡y que fonda! en Figueras, en el Hotel Ampurdán, con cena en el acreditado restaurante donde tenía siempre mesa puesta el inolvidable patriarca de las lenguas (modernas) catalanas Joseph Pla y luego a unas cuatro o cinco horas de autopista (ahora serán más por los radares) nos sumergíamos en los Alpes, Albertville, Chambery, Brides las Bains y Courchevel.
La vuelta en automóvil siempre que he utilizado dicho medio ha consistido en salir temprano de los Tres Valles para estar a la hora del almuerzo que en Francia es sobre las doce y como muy tarde a las una por Avignon en la zona de la Provence francesa para saborear el postrecito de una semana maravillosa en la nieve: Os recomiendo Le Pontet antes de entrar en Avignon o Hiely en el centro de la ciudad.
Dejaos aconsejar por el excelente servicio de la casa y sobre todo que no se os olvide beber el vino de la zona: Chateauneuf du Pape, pero claro mirando los precios, porque en Francia una botella de vino puede costar más que la comida de 2 personas, y si es borgoña, pues el de cuatro personas. Pero el Chateauneuf es bueno de garrafón incluso.
Una cosa que os recomiendo si vais a Francia por lo blanco, e incluso por lo rojo y ya hablaremos de por lo azul, y lo hacéis en automóvil es que en vez de compraros detectores de radar, os compréis el GPS Via Michelin que os indicará los mejores lugares para comer, beber y dormir con toda garantía.
Bueno, pues estaba en el magnífico Hotel Anapurna, cuyo nombre no tiene nada que ver ciertamente con la austeridad tibetana, sino todo lo contrario, y me despertaron unos fuertes cañonazos. Me asomé a la ventana y contemplé un maravilloso cielo azul sobre las montañas intensamente nevadas. Me quedé entusiasmado, pero de pronto el cielo se oscureció y un ruido peor que el de los cañonazos me hizo retroceder de la ventana.
Resulta que en ese momento en el altiport que estaba delante del hotel aterrizaba un avión y entonces me explicaron que hay varios altiport en los Tres Valles, como luego he podido comprobar: uno en Méribel y otro en Val Thorens, además del de Courchevel..
Y recordé que mi compañero Arturo Hammersley, un chileno que fue director de la estación de Sierra Nevada me llevó con unos pilotos a ver una zona en S. Nevada para hacer un aeropuerto de montaña. Yo creía que eso era una fantasmada, y ahora tenía a los aviones aterrizando delante de mi ventana.
Y en cuanto a los cañonazos no es que estuvieran celebrando el 14 de julio en pleno invierno, sino que eran los pisteurs que provocaban el desprendimiento de la nieve inestable mediante cartuchos de dinamita. Por cierto que hay varios pisteurs de esa zona que han perdido la vida en tan arriesgado trabajo.
Contratamos un guía ya que pensábamos esquiar fuera de pistas y no paramos en todo el día, salvo para tomarnos una estupenda omelette savoyard en Courchevel 1650. Al día siguiente entró niebla y mal tiempo y tras un par de días en esas condiciones esquiando sólo en Courchevel dejamos la estación.
En este primer encuentro con el que es el más grande dominio esquiable intercomunicado completamente por remontes y que aún no ha sido igualado por ninguna estación de invierno del mundo no pude apreciar la magnitud y la excelencia del sitio por lo que me convertí en un adicto y he vuelto, me parece que cinco veces más, en Courchevel y Meribel como residencia pero para recorrer y empaparme de lo que podríamos llamar la revolución francesa del esquí.
Porque lo mismo que en 1789 los franceses derrotaron el llamado "ancien régime" monárquico por un "nouvau régime" republicano en el que la libertad, la igualdad y la fraternidad, los Tres Valles han sustituido a las pequeñas e incómodas estaciones por espacios de libertad, de igualdad de todos los esquiadores por su cantidad y variedad de pistas para todos los niveles y de fraternidad por el buen rollo que hay en esa estación.
Tras esta primera experiencia, que es indispensable para cualquier persona que desee disfrutar a tope del esquí, y conociendo a la mayor y a la que suponía más guapa de las hermanas blancas francesas, opté por conocer a otras, y la verdad es que ahora ya no se cual de ellas me gusta más.
Eso suele pasar. Conocí a la hermana aristocrática de Tres Valles, Mégéve, fundada por los banqueros Rotschild para ir a esquiar y a lo que se terciara al pie del macizo del Mont Blanch y para qué contaros.
Y a la hermana secundona de Tres Valles, la internacional Portes du Soleil con su mitad francesa y su mitad suiza
Pero como en todas las casas, estaban las hermanas pobres, las menos afortunadas: las hermanas pirenaicas. Esas cenicientas del esquí galo, que se convierten en princesas en cuanto caen las primeras nieves han cautivado totalmente mi corazón y año tras año atravieso esos pirineos que más que separarnos, nos unen a los que vamos por lo blanco para disfrutar de la tranquilidad y del aire ligeramente retro y familiar de todas ellas.
Ya se que no hay tiempo, que conducir cansa, pero para ir a esquiar a Francia no se debe ir más que en automóvil, por carretera, tomando como excusa el esquí para disfrutar de sus paisajes, de sus valles y montañas, de sus monumentos y de su gastronomía.
Hay quien dice que los franceses son españoles ricos y que los españoles somos franceses pobres (ya no tanto) pero si os decidís a esquiar en el segundo país del mundo occidental donde más gente lo hace, no vayáis sólo a por lo blanco, disfrutad de todo lo demás, porque al fin y al cabo, lo blanco es lo que nos une, por lo menos a algunos.
Altipuerto de Courchevel
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