El Beau Rivage de Ginebra, el Gran Hotel de la edad de oro del esquí y el turismo de montaña

El Beau Rivage de Ginebra, el Gran Hotel de la edad de oro del esquí y el turismo de montaña
El espectacular hotel Beau Rivage de Ginebra, con 158 años de historia a sus espaldas, sigue siendo uno de los grandes referentes a nivel de gran lujo dentro del mundo del esquí y el turismo de alto nivel.

Sin lugar a dudas, tanto el Beau Rivage de Ginebra como el Beau Rivage de Lausanne, son dos de los mejores hoteles donde nos hemos alojado, disfrutando de un nivel de hospitalidad, lujo y elegancia fuera de lo común. Debo agradecer a la dirección de los dos hoteles y a Turismo de Suiza en España, la gentileza que tuvieron para con nosotros. Aprovechando el rodaje de una producción de nuestra productora, realizamos varios reportajes sobre la historia y el interior de los dos hoteles, brillando con luz propia la cantidad de detalles que nos encontramos. Si nos centramos en el Beau Rivage de Ginebra, a nivel histórico, estamos hablando de uno de los grandes hoteles de Europa, por donde han pasado (y siguen pasando) políticos, artistas, deportistas y eruditos...

El lago Leman y sus barcos, que forman parte del impresionante transporte público suizo

Ginebra es una de las ciudades más visitadas de Suiza, convirtiéndose desde hace varios siglos en una de las grandes puertas de entrada a los Alpes. Estratégicamente situada, con el Mont Blanc bien visible y el lago Leman ejerciendo el papel del mar, Ginebra sorprende por su combinación perfecta de arte, cultura e historia, sin dejar de lado el deporte y las ganas de re-inventarse constantemente. Ginebra es única, y nos encanta. El aeropuerto de Cointrin y la estación de ferrocarril también forman parte de la historia del turismo de montaña, del esquí y de la cultura viajera en general, apareciendo en muchas novelas, películas e incluso en una de las aventuras de Tintín ("El asunto Tornasol").

El hotel Beau Rivage de Ginebra y el Beau Rivage de Lausanne son, sin lugar a dudas, dos de los mejores hoteles de Europa, con una historia, una tradición y una forma de entender el lujo y el arte culinario únicas. Descubrir su magia desde dentro ha sido una experiencia maravillosa, contando con una interesante novedad que me gustaría compartir en este blog.

La vista desde nuestra habitación, con el Jet d´eau y el lago Leman destacando por delante de la ciudad

La historia del hotel se remonta a mediados del siglo XIX, cuando, inmersos en la edad de oro del turismo de montaña en Europa, florecieron los hoteles/palacio, especialmente en los territorios del Imperio Austro-Húngaro, la Costa Azul y en Suiza. Ginebra, Berna, Interlaken, Lucerna y Lugano se convirtieron en centros de peregrinaje de la aristocracia y de la floreciente burguesía europea, añadiéndose a la lista algo más tarde St. Moritz, Crans-Montana y Zermatt. Como no podía ser de otra forma, el hotel Beau Rivage se perfiló rápidamente como uno de los destinos más deseados por los montañeros, viajeros y esquiadores que empezaron a descubrir las cumbres del Valais y del Berner Oberland en Suiza y de la Alta Saboya en Francia. Quienes tenían como destino Chamonix, por fuerza tenían que parar en Ginebra si querian mantener su estatus burgués intacto, eran tiempos en los que había que dejarse ver, y el Beau Rivage era el punto de encuentro ideal.

La entrada principal del Beau Rivage, en el número 13 del Quai du Mont-Blanc

Inaugurado en 1865, el hotel siempre había pertenecido a la familia Mayer, pero recientemente las cosas han cambiado y ha sido adquirido por una familia española, gestionándolo a través de la prestigiosa cadena Marugal. Actualmente, dicho grupo se encarga de hoteles tan interesantes como pueden ser el Dunas (Formentera), el Bendinat (Mallorca), Akelarre (San Sebastián) o el Relais de Chambord, en el Valle del Loira (Francia). Así pues, desde hace muy poco...el Beau Rivage ha cambiado de dueño y ahora sus propietarios son españoles.

Tal y como nos explicó la familia Mayer en 2014, (justo cuando se preparaban para celebrar el 150 aniversario del Beau Rivage), el hotel tuvo que pasar por una serie de reformas e innovaciones para llegar a convertirse en lo que actualmente es, una gran joya arquitectónica e histórica que sobrevive con orgullo al paso del tiempo. Tras la inauguración en 1865, uno de los primeros cambios que experimentó el hotel fué la llegada de la corriente eléctrica en 1890. Antes, los huéspedes tenían que comprar velas y su propia leña para las chimeneas mientras que las áreas comunes se iluminaban con lámparas de gas. Cuando te lo explican, realizas un viaje al pasado, descubriendo la evolución del turismo y la pasión por los grandes viajes. 

Todas las habitaciones son diferentes, llenas de magia, lujo y comodidad

El Beau Rivage fue el primero en instalar un ascensor y en 1903, con la llegada del siglo XX, Alfred Olivet inició una sucesión de renovaciones de la fachada que ha permitido al hotel llegar hasta el presente en un estado impecable. A nivel de interiorismo, Pierre Yves Rochon fue el encargado de realizar varias reformas en  las habitaciones de los pisos superiores, manteniendo su huella histórica con aires renovados gracias a la utilización del color y el diseño de los retapizados y la instalación de obras de arte contemporáneo o la elegante lámpara de Murano en la suite de Eleanor Roosevelt.

Cierras los ojos y por tu mente aparece Hercule Poirot...o Cocó Chanel con sus amantes nazis...

Fanny Mayer guarda varias pertenencias de huéspedes ilustres en las vitrinas de la primera planta, tales como guantes, tocados e incluso correspondencia personal de la emperatriz Sissi, cuya vida fue llevada al cine con Romy Schneider como protagonista de varias películas (otra de las ilustres clientas del hotel junto a celebridades como Clark Gable, Grace Kelly, Marlene Dietrich, Sting, Roger Moore, Angelina Jolie o Kofi Annan).

Fue un placer enorme y toda una experiencia poder disfrutar de la compañía de la familia Mayer durante nuestra estancia en el Beau Rivage. 

El hotel ha sido testigo privilegiado de la historia de finales del siglo XIX, todo el XX y parte del XXI. Ha vivido la evolución del esquí y los deportes de montaña en Suiza, convirtiéndose en un punto de encuentro de espias, refugiados, artistas y políticos durante la Segunda Guerra Mundial. En 1944 el aspecto general del hotel no difería mucho de tal y como se ve ahora. La decoración neoclásica, originaria de 1865, fue restaurada en el año 2000 recuperando varios frescos que se habían mantenido ocultos en sus escaleras y poco a poco, el hotel ha recuperado detalles del pasado que habían permanecido ocultos. Fue a partir de los años 60 del pasado siglo XX cuando el hotel experimenta un boom entre las grandes estrellas de Hollywood y muchos artistas, políticos y deportistas internacionales. El boom del esquí en los Alpes convirtió al Beau Rivage en el Gran Hotel no solo de la burguesía europea, sino también en el hotel de los primeros campeones olímpicos que llegaban a Suiza para entrenar o competir. 

Dormir en el Beau Rivage y pasar unos días en el hotel nos ha marcado profundamente

Resulta especialmente sorprendente comprobar que cada habitación del hotel es diferente a las demás. El Beau Rivage cuenta con 52 habitaciones y 43 suites. Son varias las suites históricas (de hasta 250 metros cuadrados) dedicadas a grandes personajes como Saint Exupéry, Charles Chaplin o la maravillosa Suite de Eleonor Roosevelt, con una decoración más moderna debido a una reciente reforma por parte del prestigioso interiorista Pierre Yves Rochon. Me gustaría mencionar especialmente la biblioteca del hotel, pues  fue donde la embajadora de EE. UU. en las Naciones Unidas, que residía en el hotel, creó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada en 1948. 

Todas las habitaciones del hotel son diferentes, cada una posee su magia y estilo propios

El hotel se ha convertido en toda una institución en si misma: la independencia de Checoslovaquia fue firmada por Václav Havel en uno de los salones de la planta baja (el Salón Masaryk), ese que en tiempos fue el comedor particular de la familia Mayer mientras residían en el hotel y el mítico Charles Chaplin celebró el décimo cumpleaños de Jackie Coogan, el pequeño actor protagonista de “The Kid” ("El Chico") en el hotel, pues el actor solía alojarse en la habitación que ahora lleva su nombre, antes de pasar los últimos años de su vida en Vevey, donde fué enterrado. 

En las habitaciones brillan con luz propia los colores beige, dorado, verde y ocre.

Para el que suscribe fue toda una experiencia poder conversar con una parte importante de la familia Mayer, disfrutando de su hospitalidad y savoir-faire. Tengo que reconocer que dormimos plácidamente, mecidos por la historia y las mil y una anécdotas que el hotel atesora. Las habitaciones están llenas de pequeños detalles, perfectamente insonorizadas, ámplias y ultra-cómodas. El desayuno es espectacular, donde no falta absolutamente nada y a nivel de detalles, el baño se merecería un reportaje aparte. 

Los baños son ideales para pasar un buen rato cuidándote...

El baño es una habitación en si, todo un mundo aparte dentro de la propia habitación. El cuidado por los pequeños detalles es impresionante, destacando la iluminación, las mil y una posiciones de la ducha, la bañera, que nos recuerda a Downton Abbey, con un  servicio impecable que no resulta cargante. Las vistas al lago, el champagne de bienvenida y nuestra particular forma de entender la elegancia clásica combinaron a la perfección, regalándonos una experiencia única, memorable. 

La muerte de Sissi

El 10 de septiembre de 1898, Elisabeth de Baviera, emperatriz d'Àustria y reina de Hongria, más conocida a nivel internacional como Sissi, murió a los 60 años en el hotel Beau Rivage. Sissi se alojaba en una de las suites del Grand Hotel, bajo el nombre de la condesa Hohenems (uno de sus alias más habituales para pasar desapercibida). El 10 de septiembre se encontraba paseando por la ciudad Montreaux, apunto de tomar un ferri para visitar otras de las ciudades a orillas del Lemán, cuando de camino al embarcadero, un joven chocó con ella, supuestamente, de forma accidental. Sintió un fuerte golpe en el costado y, una vez en el barco, se desvaneció. Murió aquella misma tarde. El viajero atolondrado que se había cruzado en su camino era en realidad un anarquista italiano llamado Luigi Lucheni y le había clavado un estilete muy cerca del corazón, provocándole una hemorragia irreversible.

El hotel Beau Rivage fue su última morada, donde llegó agonizante tras su apuñalamiento a traición. Envuelta en su enorme abrigo negro de plumas y astracán de Charles Worth, ceñido a aquella diminuta cintura de casi 50 cm construida a base de dietas draconianas, sus últimas horas las pasó en la misma habitación donde había dormido la noche anterior.

Regresando al presente y dejando a un lado los dramas históricos, me gustaría terminar este reportaje de un modo más...alegre y pantagruélico. Permítanme ustedes que les hable del restaurante del Hotel, Le Chat-Botté (el gato con botas), una auténtica maravilla que conserva en su espectacular bodega caldos de los años 40 del pasado siglo XX, valorados en 125.000€ la botella, junto a más de 1.400 referencias. El chef francés Dominique Gauthier cuenta con la complicidad Joe Rostang, Fernand Point, Georges Blanc y Jacques Chibois, a la hora de ofrecernos una espectacular partitura culinaria. Los productos locales destacan regularmente en el menú, sin olvidar la imprescindible figura del sommelier, que nos guiará a través de una impresionante carta de vinos.

Dios no quiera que se rompa la botella...

El restaurante posee una estrella Michelin y ofrece al visitante una relación excelente a nivel de calidad-precio-cantidad. El restaurante combina a la perfección la gastronomía de montaña franco-suiza con platos más internacionales, trabajando la carne y el pescado de un modo únicos. El gato con botas se adapata a la perfección al estilo Art Nouveau y barroco del Beau Rivage, aportando un toque de modernidad al conjunto, sin olvidar donde estamos. Brillan con luz propia la Quenelles de lucio, caviar imperial y espárragos verdes, la trucha alpina del lago de Ginebra (trucha pescada con sedal), con flor de sal y jugo de remolacha. 

Recomiendo encarecidamente cenar en el Gato con Botas si estamos en Ginebra, el dispendio merece el esfuerzo, disfrutando de la liebre en tres texturas…Como podeis ver, la cocina es enorme, está perfectamente organizada, impecable y ordenada. Disfrutar del hotel y de su restaurante estrella ha sido una experiencia que permanecerá imborrable en nuestra memoria y en nuestro paladar. Y ya que estamos en Ginebra, recomiendo subir hasta la cumbre de la Salève (1.370m), en teleférico, para disfrutar de una panorámica realemente espectacular.

Pictures by: Jekaterina Nikitina & Víctor Riverola i Morera

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7 Comentarios Escribe tu comentario

  • #1
    Fecha comentario:
    17/05/2023 23:12
    #1
    ...y todo por un módico precio... :lol2: :lol2:

    karma del mensaje: 18 - Votos positivos: 1 - Votos negativos: 0

    • Gracias!
  • #2
    Fecha comentario:
    18/05/2023 08:00
    #2
    #1 Por supuesto. Imagínate en los años 50-60...con decenas de esquís de madera por los pasillos y el hall del hotel, coches con chófer, deportivos descapotables en plan 007...Eran otros tiempos, pero por fortuna, el hotel sigue manteniendo su esencia intacta y aunque sea una vez en la vida, recomiendo darse un capricho....

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    • Gracias!
  • #3
    Fecha comentario:
    23/05/2023 18:04
    #3
    que buen artículo!!!! me gusta mucho!!!

    lo único que no entiendo es como preferían alojarse en Ginebra que en las propias estaciones.

    El trasnporte en los 60/70 con la nieve y esos coches y esas carreteras no sería super cómodo. Por lo que la imagen de los esquís de mader en el hall no la consigo imaginar. (no por criticar eh, si no más por debatir y aprender)

    un saludo crack!

    karma del mensaje: 18 - Votos positivos: 1 - Votos negativos: 0

    • Gracias!
  • #4
    Fecha comentario:
    24/05/2023 14:22
    #4
    #3 Piensa que por aquel entonces, en muchas estaciones todavía no disponían de grandes hoteles de lujo, solo en Zermatt y St.Moritz empezaban a inaugurar algunos...Por otro lado, el Beau Rivage era el punto de encuentro, el hotel de "llegada" a Suiza tras un largo viaje, y desde Ginebra, los burgueses viajaban con calma. a las estaciones. Era el "gran hotel" donde se concentraban viajeros, deportistas, artistas etc...

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    • Gracias!
  • #5
    Fecha comentario:
    24/05/2023 15:26
    #5
    #4 visto así me apetece más, pero una pena no tener ese encanto de entonces... me habría flipado vivir esa época, un ratito! jejeje

    karma del mensaje: 18 - Votos positivos: 1 - Votos negativos: 0

    • Gracias!
  • #6
    Fecha comentario:
    02/02/2024 08:58
    #6
    Regresar a Ginebra siempre es agradable.

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    • Gracias!
  • #7
    Fecha comentario:
    27/02/2024 22:06
    #7
    Esto no salió el año pasado? Y no parece que haya cambiado ni uns línea.

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    • Gracias!

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