Por una parte, a través de los pies recibimos la información de lo que ocurre en el suelo a través del sentido del tacto (presión, fricción, vibraciones...) y, por otra parte, a través de la propiocepción percibimos la posición de nuestro centro de gravedad respecto a los planos en los que se mueve, permitiéndonos regular ésta gracias a la información de las fuerzas externas que nos afectan (gravedad, fuerza centrífuga y energía cinética).
En este sentido, los gestos técnicos que se han enseñado tradicionalmente para el esquí, resultan perfectos para focalizar la atención en estímulos críticos para la regulación del movimiento. Por ejemplo, la flexión de tobillo o la focalización en los metatarsos del pie contribuye a recibir mejor los estímulos sensoriales citados más arriba o, en el caso de la angulación de la cadera o la flexión de la cintura, facilitan igualmente centrar la atención en el centro de gravedad el cuerpo. "
Texto: Carlos Guerrero Castillo